Mi hijo nació con tan solo 23 semanas de gestación. Era tan pequeñito, tan frágil, que lo único más grande que él en ese momento era el miedo. Desde ese día comenzó un camino largo, lleno de desafíos, complicaciones y momentos muy duros. Mi bebé, pasó 11 meses en el hospital en la unidad de cuidados intensivos neonatales, y en ese tiempo aprendimos que el amor y el cuidado también pueden venir de personas que no llevan tu sangre, pero que te marcan para siempre. Las enfermeras se convirtieron en sus segundas mamás. Eran quienes estaban con él día y noche, quienes lo cuidaban con una ternura que sobrepasaba el deber. Lo consentían, le hacían fiesta cada mes, lo peinaban, lo disfrazaban y con cada pequeño detalle, nos ayudaban a transformar el dolor en algo más llevadero. Gracias a ellas, cada vez que llegábamos a visitarlo, incluso en medio de tanta incertidumbre, en ese momento se sentía especial. Hermoso, a pesar de todo. Nunca voy a terminar de agradecer lo que hicieron por mi bebé y por nosotros como familia. Porque no solo cuidaban su cuerpo, también cuidaban su espíritu y el nuestro. Hoy quiero reconocer a una de esas personas que dejó una huella profunda en nuestro corazón. Con paciencia, sensibilidad, alegría y una entrega constante, fue parte fundamental del crecimiento de mi bebé, de sus avances, de sus risas. Gracias, Blanca. Por ser mucho más que una enfermera. Gracias por haber sido un pedacito de hogar para mi bebé durante todo ese tiempo.
 

My son was born at just 23 weeks of gestation. He was so tiny, so fragile, that the only thing bigger than him at that moment was fear. From that day on, a long journey began—one filled with challenges, complications, and very difficult moments. My baby spent 11 months in the hospital in the neonatal intensive care unit, and during that time, we learned that love and care can also come from people who do not share your blood, but who leave a mark on you forever.

The nurses became his second mothers. They were the ones who were with him day and night, who cared for him with a tenderness that went beyond duty. They pampered him, celebrated him every month, combed his hair, dressed him up, and with every small gesture helped us turn pain into something more bearable. Thanks to them, every time we arrived to visit him—even in the midst of so much uncertainty—those moments felt special. Beautiful, despite everything.

I will never finish expressing my gratitude for what they did for my baby and for us as a family. Because they didn’t only care for his body; they cared for his spirit and ours, too.

Today, I want to acknowledge one of those people who left a deep mark on our hearts. With patience, sensitivity, joy, and constant dedication, she was a fundamental part of my baby's growth, his progress, and his smiles. Thank you, Blanca, for being so much more than a nurse. Thank you for being a little piece of home for my baby during all that time.